Comentario
Capítulo CXXIX
Que trata de cómo sabido por el general Francisco de Villagran la llegada de Lautaro a los términos de esta ciudad y de lo que en ella hizo
Sabido por el general la venida del capitán Lautaro tan cerca de esta ciudad, envió a Pedro de Villagran con cuarenta hombres. E llegado junto a los indios, les acometió a entrar, y los indios se defendían tan bien que los españoles no le podían ganar ninguna cosa. Viendo Pedro de Villagran que no les podían entrar en el fuerte, si no era con gran trabajo, acaudilló su gente e se volvió a su asiento.
Otro día siguiente volvió a dar en el fuerte, mas no pudieron hacer más que el primer día, aunque murieron hartos indios. Y con esto se tornó a su asiento a causa de que le herían mucha gente. Y de allí le hablaban a este capitán indio los españoles y le decían que viniese de paz, y que le perdonarían. Respondía que no había venido para servir a los españoles, sino para matallos, y que él estaba allí en aquel fuerte esperando los indios de los pormocaes que se juntasen con él, porque ellos le habían enviado a llamar.
Aquella noche siguiente llovió tan recio y tanto, que otro día les fue forzado a los españoles de dejar el asiento que tenían y retirarse dos leguas de allí, a causa que en lloviendo en esta tierra no pueden andar los caballos, porque se empantana la tierra, y donde estaba Lautaro era ciénaga. Visto por Lautaro que se habían retraído los españoles dos leguas de allí, y que de la ciudad de Santiago supo que venía otro capitán con cuarenta españoles, determinó de no los esperar y retiróse con toda su gente, y se fue marchando hasta riberas del río Maule en una montaña, e allí asentó su gente.
Sabido por Pedro de Villagran que Lautaro se había retirado, se volvió a la ciudad de Santiago, y el caudillo que salió con los otros cuarenta españoles, que se decía Joan Gudinez, vecino de la ciudad de Santiago, pasó donde estaba Lautaro, que se había hecho fuerte en la montaña que tengo dicho, donde le llegó otro capitán con trescientos indios de socorro. Llegado donde Lautaro estaba, le envió con cien indios una legua de allí a hacer armas, que son unos garrotejos que tiran arrojadizos y flechas y lazos.
Supo el caudillo que iba con los cuarenta soldados cómo estaban aquellos cien indios en aquel sitio haciendo armas. Fue a ellos, y de que los indios lo vieron se apercibieron, y los españoles dieron en ellos, y los desbarataron y los mataron a todos, salvo uno que se escapó y fue a dar mandato a Lautaro de lo que había acontecido con los españoles. Mataron los indios un español. Y visto Lautaro el desbarate de los cien indios, cobraron mucho temor y fuese de allí a Bibio.
Sabido los españoles se habían retirado y vuelto a sus tierras, se volvieron a la ciudad. Y de aquí salió el general Francisco de Villagran a la Serena a verse con Francisco de Villagran a la ciudad de la Serena.
En este tiempo llegó un mensajero al valle de Copiapó de los reinos del Pirú por tierra, el cual enviaba el marqués de Cañete, visorrey del Pirú, con despachos a esta gobernación y cartas para Francisco de Aguirre y Francisco de Villagran, por el cual se supo la muerte de Gerónimo de Alderete, que venía por gobernador por Su Majestad de la gobernación de Chile, y cómo enviaba a su hijo don García de Mendoza por gobernador de estos reinos de la Nueva Extremadura, del arte que Gerónimo de Alderete la traía por Su Majestad, y cómo se quedaba aderezando en los Reyes de armas y gente y cosas necesarias a la conquista de la ciudad de la Concepción, y que sería en todo el mes de abril del año de 1557 con todo recaudo. Y mandó en una carta que escribió al Cabildo de esta ciudad de Santiago, que tuviesen recaudo de bastimento en los caminos para la gente que viniese.
Y sabido estas nuevas por Francisco de Villagran, que estaba en la ciudad de la Serena, en un navío que estaba allí de partida para los reinos del Pirú despachó el mensajero que vino, con cartas para el gobernador, donde le avisó de las cosas de esta tierra y de lo que era necesario traer para la conquista de ella y para la población de la ciudad de la Concepción. Y Francisco de Villagran se volvió para la ciudad de Santiago, despachado que hubo el navío y mensajeros que el virrey había enviado. Y dentro de quince días que hubo llegado, se partió para la Imperial para saber de las ciudades de arriba y socorrerlas.
Los vecinos de la ciudad de Santiago tienen las minas junto al río Maule. Y estaban siete españoles en ella, y el Lautaro estaba en Bibio, y viendo que el general estaba en la imperial y que seguramente podía venir a la provincia de los pormocaes, y matar a los españoles que allí estaban y hacer el daño que pudiese y destruilles las comidas, salió con setecientos indios. Avisados los españoles que en las minas estaban, que venía Lautaro, desmampararon las minas y aun el oro que habían sacado, y viniéronse a la ciudad. Llegado el Lautaro a las minas, se entregó en las comidas que tenían los españoles y herramientas y en el oro.
Están estas minas en una provincia que se dice Mataquito. Y en lo más fuerte que halló, asentó su campo con otros quinientos indios que se le allegaron, en un carrizal y monte a las espaldas. Hay dos acequias de agua por delante, porque los asientos que estos indios generalmente buscan es tener huida, prencipalmente cuando tienen guerra con los españoles.
Y sabido en la ciudad de Santiago por los vecinos cómo se había vuelto aquel capitán indio allí, enviaron a un caudillo que se decía Joan Gudines por caudillo con veinte y nueve hombres. En el camino supo este caudillo cómo Francisco de Villagran estaba en el río de Maule. Fue avisado Francisco de Villagran por naturales cómo siete leguas de allí estaba Lautaro con más de mil indios de guerra, y también le avisaron cómo venía un capitán de la ciudad de Santiago con gente. Sabido esto por el general, escribió al caudillo que de la ciudad venía, mandándole que de allí a dos días se juntasen con él en la provincia de Gualemo, porque allí le estaría esperando para que de allí se saliesen juntos a hacer la guerra a los indios, que era tres leguas de donde estaba el Lautaro. Visto por Joan Gudinez la carta del general y lo que en ella le mandaba, luego lo puso por obra, y ansí se juntó con el general en aquel tiempo que le fue mandado. Había en todos setenta españoles.
De aquí salió el general al cuarto del alba. Llegó ya que amanecía sobre los indios. Reconociendo el asiento en que estaban, dio en ellos sin ser sentidos ni vistos de las centinelas de los indios. Sentidos por los indios, luego se apellidaron y se pusieron en defensa. Y visto por el general la orden y el sitio en que estaban, mandó apear treinta hombres arcabuceros y rodeleros, y él con los cuarenta de a caballo rompieron por los indios, y los hizo huir y dejar el sitio. Aquí murió el Lautaro y otro capitán y más de doscientos y cincuenta indios. Los indios mataron un español que se decía Joan de Villagran.
Este asiento tenía este capitán indio a orillas de un caudaloso río, y por delante tenía dos acequias de agua y un cañaveral y monte por las espaldas. Esta batalla se dio domingo, ocho de mayo de 1557 años. Hecho esto, se volvió el general a la ciudad de Santiago.